martes, 1 de julio de 2008

IV


No, no soy la mujer ideal, ni siquiera una mujer normal.
Mujer con todas las letras. Mujer. Indeleblemente mujer. Incuestionablemente mujer. Terriblemente mujer. No. Ni siquiera eso. No cuentes conmigo para contar amaneceres ni estrellas fugaces. No cuentes conmigo para llenarte de orgullo o para llenarme de esperma. Abrime la gran puerta que te muestro el otro camino. El otro camino.
No quiero tocarte, ni que me toques. Quiero todo lo demás. Quiero el después. No necesito nada más que el después.

La culpa no es mía. Nunca lo será. Me gusta acusarte, acusarla. Que creas que el mundo se termina en mi orgullo, en mi perfección inventada, en mi par de piernas demasiado largas para tus medias. Ese es tu mal. Mis piernas. Mi espalda. Tanta epidermis, tanta arteria. Venas, sangre. Demasiado físico. Amor es amor, venga de donde venga.
De las venas o de la entrepierna.
Sangre u orgasmo. Es amor. De igual manera. Tibio. Aterrador.

No soy la mujer ideal. Mi cuerpo no es el cuerpo. Mis manos no son manos reales. No veo como debería ver. No camino como se debería. Nada lo hago cómo se debería de hacer. Mi corazón esta mal aprendido. Late fuera de ritmo. Bombea fantasmas. Se acelera. Y vuelve a caer. Cae. Y se destruye. Y él parece ahogarse. Incomprendido. Nada, se apura y el ventrículo derecho se encoge hasta hacerlo desaparecer.

La mentira es toda tuya. Son tuyas las palabras. Tuyo el verde y el azul. No cuentes conmigo para juntar caracoles en la orilla. No cuentes conmigo para saltar la cuerda bajo la lluvia en pleno enero . No soy la mujer ideal. Cocino, si, pero no soy la mujer ideal. Abrime la gran puerta que quiero mostrarte el otro camino. El otro.
Tengo mil formas de amor en el bolsillo. Mil maneras de querer sin dedos.
Amor es amor, ¿te lo había dicho?.

Las luces se apagan de vez en cuando. Se apaga el sol y la vergüenza. Se apagan las palabras, cuando dejo de escribirlas de tocarlas con estas manos eternamente frías. A veces dejo de hacer las palabras que escribo. Dejo de fabricarlas. Me subo a una montaña de nada, me subo al caracol metálico y duermo.
No es mi culpa, sólo pasa. Dejo el trazo claro, irremediable, lo abandono. Y te quedas sin palabras. Porque no las digo, no las escribo.
Son tuyas las palabras y algunos colores. Son tuyas mis intangibles todas. Mis irrealidades, mis orgasmos. Todos tuyos.

No soy la mujer ideal. Ni siquiera una mujer normal. Mujer con todas las letras y sin acentos. Mujer normal. No. Nada de eso. Ni música clásica, ni Neruda. Bierce y arroz con leche. De eso vivo. De mis tuyas intangibles.




1 comentario:

dividida dijo...

- yo siempre paso por acá.
a veces más de una vez por día, tus textos requieren más de una lectura, de todas formas me quedo pensando si es lo que yo creo que es, o como tantas veces me decís que no es lo que me imagino.me gustaría encontrarte una de estas tardes y hablar sobre este escrito y el anterior texto.
eso... sobre lo que escribiste anteriormente ¡qué crudeza! me dejaste mucho frío en el cuerpo, o será que junio se metió sin avisar por las rendijas de mi puerta.
voy a mandarte un mail -uno de estos días-, quiero hacerte preguntas -muchas-.
emilia me enseña a cocinar y yo le enseño a sacar fotos.
además de tartas de verdura sé hacer arroz con leche con cáscaritas de limón y canela, había pensado sacarle fotos a mi postre pero me ganaste de mano.