Desde arriba de mi loma contemplo la llanura y a ellos en la otra colina.
Vociferan y los primero ecos me golpean. Mi única oportunidad es la distancia corta.
Empiezo a correr descendiendo y ellos alzan aún más sus voces.
Cuando recorro la mitad de la distancia hacia su atalaya ya voy sangrando.
Inicio el ascenso y se clavan sus gritos como agujas de alfiler. El dolor es insoportable. Pero no tengo más opción.
Gritan como posesos y mi ropa esta hecha jirones.
Un último esfuerzo y finalmente me presento ante ellos. Sin pronunciar queja , me quito los lentes.
Los miro fijamente a los ojos sin odio y ellos callan al fin. Conocen, y recuerdan, cuan equivocados estaban conmigo.