lunes, 28 de julio de 2008

final (CUATRO)


Miedo de ser demasiado poco. De ser demasiado gorda, demasiado alta.
Demasiado todo.
Demasiado depresiva, demasiado madura, demasiado frágil.
Miedo de ser demasiado sexual, demasiado asexual.
Demasiado hombre, demasiado agua.
Miedo de decir y de callar.

Miedo de explotar como si no hubiera otro destino para la piel.
Demasiado perfume a nada, demasiadas l e t r a s.
Miedo al azul intenso y al negro cuando éste se acaba. Miedo a la monocromía.
Demasiado miedo a todo.
Demasiado simple, demasiado aburrida. Demasiada lengua, demasiado gusto a nada.
Demasiada mierda.
Miedo de desaparecer. Miedo a no hacerlo pronto.

Miedo de no ser ella.
Miedo de que ella no me quiera. Miedo de que él se olvide de mis piernas.
Miedo de ser demasiado absurda, incongruente, infantil. Miedo de verme demasiado niña, demasiado insulsa, demasiado analfabeta...

(...)

jueves, 24 de julio de 2008

para los que querían saber de él y para la envidia de arturo


arturo siempre tuvo envidia del gato azul.

envidia de mis manos y mis silencios.

hoy mientras dormía sentí el peso sobre mis piernas,

la inmovilidad, y sin abrir los ojos volví a sonreir

martes, 22 de julio de 2008

FINAL III


Negame.
Decime que no así me olvido de vos. Decime que no te gusto, que no te sirvo. Decime no como quien dice si. Decime no pensando en no, en no tengo tiempo, en no tengo ganas.
Valentina no esta. Valentina se fue. Valentina no existe más. Valentina, no.
Quiero morirme ahora. Morir lentamente. Sufrir. Quiero que se acabe todo lo que hay. Quiero hacer el amor con todos. Que me ensucien. Que me lastimen. Que me digan si. Si pensando en si. Si, sos mía. Si lo sos. Si serás.
Quiero un final terrible. Quiero una asesinato impúdico de las ganas. Quiero una tragedia de la sustancia. Quiero la desaparición total del ansia.
No quiero nada. Quiero escuchar las cosas que dije de tus labios. Quiero que no me ignores, que no te duermas, que no seas vos. Quiero que seas lo que yo esperaba, que esperes, que me esperes. No quiero nada de vos, vos no sos lo que quiero.
Ella no está. Ella es sólo una idea de lo que se debería ser. Ella es inhumana. No la conoces, no.
Quiero llenar los pulmones de infancia, de errores. Quiero respirar arrogancia, faltas, deslices. Quiero desaciertos. Decime hasta donde vas. Donde estás. Decime que espera del otro lado de la puerta. Decime que el cartel de neón gigante sólo dice no. No veo desde acá. No se vé.
Él no vé. Él se fue. Él era más tonto de lo que parecía, era mucho más valiente.
No quiero esa telenovela mejicana sobre vos, yo tu hijo, tu ex, él, su hijo, su esposa.
No quiero heridas ni eyaculación precoz.
No quiero odiarla, ni que me odie.
Quiero querer.
Querer respuestas, querer abrazos, querer palabras. Más, menos. Querer más de lo que tengo querer lo que tengo o querer ser menos de lo que soy. Más insignificante aún, más menos que más.
Que me digan te quiero. Te quiero sucia. Te quiero, puta. Te quiero así. No te quiero más.
Quiero sucumbir al sol. Deshidratarme. Que se acabe todo. Que te acabes. Cortarte la cabeza, cortarte el teléfono, cortar la cadena. Cortarte.
Que me niegues. Negarte.







quiero dejar de dibujar incoherencias

( p a r e n t e s i s )



ELLAS:


Quieren amar la mirada de si mismas
abrazar su propia imagen, habitarse.

jueves, 17 de julio de 2008

FINAL II

Reprimir el instinto. Acabar con esa pequeña parte del encéfalo que cosquillea después de la segunda pitada. Esa que me llena de escalofríos justo en este momento. Ni una cosa ni la otra. ¿Vos quien sos? Viste vos que no confiabas... ¿Te gusta Mandrake Wolf? Ni una cosa ni la otra. ¿Ni Mandrake ni Wolf? Reprimir el instinto, dije. Ninguna explosión. Gustarme, lo que se dice gustarme, no. Vi el disco en tu casa, me lo mostraste, estaba en el piso creo. ¿Contenta niña? Tenés cara rara. Tengo cara de mucho vino. Cuidado con la noche. Anda despacio, esta espesa la niebla. La concha de tu madre. ¿Otro amiguito?. Me van a conseguir una Laptus por tres mil pesos. Laptop se dice. Bueno, una Lastop. Memoria instintiva. Honestidad instintiva. Todo es instintivo por naturaleza. ¿Preferís ir sola que con nosotros? Como quieras, soy yo la que tiene la culpa. No nacimos para robar. Yo nací para fumar porro al sol en un desierto de concreto. Que exagerada que sos. Exagerada no, poética. Nunca en tu vida escribiste un poema como la gente, no jodas. Cosquillas no, calambres. Se acalambra justo detrás de la oreja y cuando la contracciones desaparecen con un bostezo, se llena el cuerpo de un hilo finísimo que me mueve del asiento. Este superman es un viejo, mala persona, actor y sin capa roja. No te enojes gallinita, te quiero. ¿Querés ticholos? No, no quiero. Querés si pero no te animas a comprárselos al señor. Si los compro yo te comes tres. Si yo tuviera la edad que tienen ellas pagaría para estar ahí. Comenzaría con un pequeño orificio para que se escape el humo que tengo flotando entre las neuronas. Luego, un surco para guiarlo lejos. A la cuenta de tres desaparece la morbosidad. Adiós a mi lascivia. Reprimir el instinto. Soñé que el viejo Vila y la abuela discutían sentados en esta mesa. Pero era todo normal, me asusté.¡Ah! pero que paseo más feo este. Si fuera hombre pasaría todo el día metido en el bar de tu esposo. Mira vos, otro grillito. ¿Qué querés tomar? Dame una cañita. No, caña no Valentina, hace mal. Reprimite.

miércoles, 16 de julio de 2008

FINAL



La medida justa.
Para mis caderas, para la silla. Los milímetros adecuados. Ni más ni menos.
La distancia.
No se me escapa ni un detalle.
Mi ojo superlativo se abre ostentoso.
¿Será el clima? No creo. Los secretos esos de la infancia y hasta preguntarme una y otra vez porque escribo tanto la palabra “orgasmo”.
Todo en la medida justa. Ya casi no me cuestiono.
No es que me guste como soy. Eso no lo sé. Dejo de saber cosas todo el tiempo. Pierdo la referencia.
La distancia.
Estoy en otro plano.
Apenas si respiro.
Duermo poco, muero de frío en la noche, fumo treinta cigarrillos diarios y sólo respiro agua.
Esa es la distancia. De un punto al otro. No me puedo cuidar. No sé hacerlo.
Como poco y escribo poco. Tomo caña con té de caléndula. Paso todo el día en un estado sublime y tibio muy parecido a la inconsciencia.
No me culpo.
Esa es mi medida justa.
El viento y el ciclomotor. El frío ese que parece comerse los huesos y congelar la sangre. Los caramelos, las galletas dulces, dinamique y el paralin paralin.
La ropa amontonada. Los caracteres y las pérdidas. Luciana y Florencia. Los camiones, la balanza y la genética. Globulus, Mauro y la 950.
Distancia.
Distancia.
José.
Mentiras.
No me culpo.
¿Y si tomo más café y menos cocaína? ¿Y si dejo de pedirle a Mauro que deje de hacerlo? ¿Y si pienso en José como el molusco que es? ¿Y si a Luciana la callo con un no y a Florencia con un beso?
No me culpo.
Esta vida esta hecha a mi medida.
El ojo superlativo se abre. Pretende eliminar la culpa con un solo párpado. Esa no soy yo, no es “valentina la que inventa historias” la que se esta desarmando. La que se desarma es la que no sabe el qué del por qué. La que espera el ojo salvador que lave la culpa. La que no sabe de distancias y por eso intenta meterse a plomo en la realidad.
Gris realidad que “valentina la que se desarma” enmascara con un poco de azul.
Estoy en otro plano.
Inmersa en un mar de pastillas.
Con algo de “estrés emocional” y con agudas ganas de morir desangrada.
La medida justa.

jueves, 3 de julio de 2008


Mujer que silba anuncia desgracia.
Acá estamos otra vez. El mismo circulo blanco lleno de aristas.
Otra vez la gente misma, la misma gente. Dedos rojos, ojos enormes y sonrisas imperceptibles.
No es lo mismo. Defiendo a ultranza la idea de la semejanza. Semejante no es igual. Somos semejantes, somos complemento. No iguales.
Así son las desgracias. Aparecen cuando la realidad se establece tranquila y sin tapujos. Cuando no queda nada que poner en duda.
Y zas, venga desgracia. Apiádate de este pobre cuerpo que nada tiene para rescatar de tus manos. Apiádate. Compadécete. Déjame un segundo volador para correr por el campo intentando que pierdas mi tenue rastro.
Demasiado tarde.
El circulo se cierra. Alguien grita: no me digas pendeja! y de nuevo las aristas incontables se aprietan contra la piel.
¿Y la piedad? ¿Y mi segundo alado?

Se van con el aire que sinuoso se escapa entre los labios de la mujer musical.


martes, 1 de julio de 2008

IV


No, no soy la mujer ideal, ni siquiera una mujer normal.
Mujer con todas las letras. Mujer. Indeleblemente mujer. Incuestionablemente mujer. Terriblemente mujer. No. Ni siquiera eso. No cuentes conmigo para contar amaneceres ni estrellas fugaces. No cuentes conmigo para llenarte de orgullo o para llenarme de esperma. Abrime la gran puerta que te muestro el otro camino. El otro camino.
No quiero tocarte, ni que me toques. Quiero todo lo demás. Quiero el después. No necesito nada más que el después.

La culpa no es mía. Nunca lo será. Me gusta acusarte, acusarla. Que creas que el mundo se termina en mi orgullo, en mi perfección inventada, en mi par de piernas demasiado largas para tus medias. Ese es tu mal. Mis piernas. Mi espalda. Tanta epidermis, tanta arteria. Venas, sangre. Demasiado físico. Amor es amor, venga de donde venga.
De las venas o de la entrepierna.
Sangre u orgasmo. Es amor. De igual manera. Tibio. Aterrador.

No soy la mujer ideal. Mi cuerpo no es el cuerpo. Mis manos no son manos reales. No veo como debería ver. No camino como se debería. Nada lo hago cómo se debería de hacer. Mi corazón esta mal aprendido. Late fuera de ritmo. Bombea fantasmas. Se acelera. Y vuelve a caer. Cae. Y se destruye. Y él parece ahogarse. Incomprendido. Nada, se apura y el ventrículo derecho se encoge hasta hacerlo desaparecer.

La mentira es toda tuya. Son tuyas las palabras. Tuyo el verde y el azul. No cuentes conmigo para juntar caracoles en la orilla. No cuentes conmigo para saltar la cuerda bajo la lluvia en pleno enero . No soy la mujer ideal. Cocino, si, pero no soy la mujer ideal. Abrime la gran puerta que quiero mostrarte el otro camino. El otro.
Tengo mil formas de amor en el bolsillo. Mil maneras de querer sin dedos.
Amor es amor, ¿te lo había dicho?.

Las luces se apagan de vez en cuando. Se apaga el sol y la vergüenza. Se apagan las palabras, cuando dejo de escribirlas de tocarlas con estas manos eternamente frías. A veces dejo de hacer las palabras que escribo. Dejo de fabricarlas. Me subo a una montaña de nada, me subo al caracol metálico y duermo.
No es mi culpa, sólo pasa. Dejo el trazo claro, irremediable, lo abandono. Y te quedas sin palabras. Porque no las digo, no las escribo.
Son tuyas las palabras y algunos colores. Son tuyas mis intangibles todas. Mis irrealidades, mis orgasmos. Todos tuyos.

No soy la mujer ideal. Ni siquiera una mujer normal. Mujer con todas las letras y sin acentos. Mujer normal. No. Nada de eso. Ni música clásica, ni Neruda. Bierce y arroz con leche. De eso vivo. De mis tuyas intangibles.